por Michael Lakes | 21 de septiembre de 2015 | Out of Our Minds |
[Nota del editor: algunos nombres en esta historia han sido cambiados.]
Una vez, estaba manejando en una autopista interestatal cubierta de hielo a 112 km/h, cuando di con un bache que levantó las cuatro cubiertas de la ruta. Cuando comencé a girar, me di cuenta de que a) era un completo tonto por manejar a cientodoce kilómetros por hora en una autopista interestatal cubierta de hielo, y b) que mi única opción ahora era agarrarme bien y esperar que cuando el giro se detuviera, estar vivo para aprender de mi error.
Eso es lo más parecido a cómo me sentí en el momento en que mi compañero de habitación me dijo que nuestra amiga en común estaba por abortar.
Si me hubieras preguntado durante mi segundo año de la universidad si era cristiano, te hubiera dicho que sí. Ahora miro hacia atrás a mi estado de embriaguez, pereza y completa falta de fe, y estoy sorprendido de la habilidad de Dios para cambiar corazones.
En una vida de fiesta y borrachera, conoces a mucha gente a la que le gusta divertirse y emborracharse. Una de esas personas fue Hal, mi compañero de habitación ese año. Hal y yo nos pasábamos la noche emborrachándonos junto con otras personas en nuestro complejo de departamentos, a menudo con una chica que vivía al final de nuestra fila de departamentos llamada Jane.
No puedo decir que Jane y yo éramos cercanos. Hal era mi mejor amigo, con quien compartía todo, y viceversa. Y Hal y Jane eran buenos amigos, así que yo me colaba con ellos. Una noche, Hal me confió que Jane estaba embarazada de su novio de la secundaria y quería que Hal la llevara al abortuario el próximo jueves para matar a su bebé.
No tenía idea de cómo procesar el hecho de que mi mejor amigo estaba planeando ayudar a asesinar a un bebé pequeño en el útero de su madre. Después de que Hal me dijo esto, me hizo jurar que no revelara el secreto y acepté, pero mi conciencia había sido remordida y no pude pensar en otra cosa por el resto de la noche. Entré en mi habitación y comencé a llorar. Sí, mi corazón era duro en contra de Dios y Su verdad, pero acababa de descubrir un lado suave que no sabía que tenía.
Llamé a algunas personas de una iglesia a la que asistí en mi ciudad natal y les pedí consejo. Una mujer que dirige el Centro de Embarazo allí sugirió que buscara ayuda en algún lugar más local, así que llamé a un amigo que me había llevado a la iglesia dos semanas antes. No me había gustado esta iglesia. Honestamente, me hizo enojar. Estaba viviendo mi vida en contra de la Palabra de Dios y aunque ahora sé que el predicador de esa iglesia simplemente estaba siendo fiel a la Palabra de Dios, en ese momento la predicación era el hedor de la muerte para mí. Aún así, de alguna manera sabía que esta iglesia podría ofrecerme consejo.
Entonces llamé a mi amigo, quien me dijo que le pediría a uno de los líderes del ministerio universitario que se reuniera conmigo.
Esa mañana, cuando me desperté, recuerdo haber deseado que fuera un sueño terrible. Esa noche, me encontré con Alex, un líder de estudio bíblico de la iglesia de mi amigo. Cuando Alex comenzó a preguntarme sobre los detalles de la situación, estaba hecho pedazos. Por un lado, las brutales consecuencias de la vida que estaba viviendo me estaban mirando a la cara. Y por otro lado, quería desesperadamente aferrarme a mi vida de pecado.
Después de escuchar pacientemente durante un tiempo, Alex comenzó a mostrarme cuán malo era en realidad, y comencé a ver que, por muy mal preparado que yo pensaba que estaba para enfrentar esto, estaba infinitamente más mal preparado que eso. Sugirió que hablara con Hal y verificara si lograba que hablara con Jane para evitar que fuera a Planned Parenthood (Grupo FUSA). Mientras me dirigía a casa, tenía toda la intención de seguir su consejo. Pero cuando llegué, no pude reunir la fuerza para hablar con él al respecto. De hecho, apenas podía soportar hablar. Mi estómago estaba hecho un nudo. Ni siquiera podía comer esa noche, así que me fui a la cama y me dije que hablaría con Hal al otro día.
A la mañana siguiente me desperté y no tenía ni idea de qué hacer: con Hal, con Jane, con Alex, con cualquier cosa. Mi corazón se hundía en la desesperación, solo quería volver a mi vida cómoda donde no sentía ninguna responsabilidad por las personas que me rodeaban, y no tenía consideración por nada más allá de cuánto iba a beber el viernes por la noche.
Pero Dios no había terminado de tirarme de la oreja fuera de la mugre.
Caminé hacia la parada de colectivo, donde sabía que vería a Jane como lo hacía todos los jueves por la mañana. Esperaba más allá de la esperanza de que hoy perdería el colectivo. En ese momento, estaba total y completamente decidido a no enfrentar esta situación. Estaba tan aterrorizado que comencé a temblar parado en la parada esperando el viaje en colectivo.
Por supuesto, Jane estaba en el colectivo esa mañana y en un momento estábamos sentados uno al lado del otro como lo hacíamos todos los jueves. Comencé nuestra conversación como de costumbre hablando sobre el clima y la música en el colectivo esa mañana. Era Semana Santa, así que le pregunté si tenía algún plan. Ella me dijo que tenía la intención de ir a su casa y me di cuenta de que no estaba seguro de volver a verla antes de que ella lo hiciera.
Así que decidí intentarlo. Le dije que conocía su situación y que quería hablar con ella al respecto. Traté de ser tan amable como pude, pero ella básicamente se cerró y dejó de responder.
Me di cuenta de lo correcto que Alex estuvo la noche anterior, de mí, de todo. Estaba infinitamente mal preparado para ser la persona que hablaba con ella. Sentí que el peso del mundo había sido colocado sobre mis hombros, y en lugar de aceptar el desafío, me había rendido. Sabía que había arruinado esta relación y que enfrentaría el enojo de Hal en el futuro cercano. El resto del viaje en colectivo fue en silencio.
Bajé en mi parada y mientras caminaba hacia mi clase, vomité. Estaba a punto de llorar. Apenas podía caminar. Cuando comenzó la clase, recibí una lluvia de mensajes de texto de Hal. El motivo era que estaba enojado, se sentía traicionado, y que iba a golpearme en la cara, repetidamente. Comencé a llorar nuevamente cuando sentí que esta amistad, la piedra angular de mi segundo año, desapareció.
Llamé a Alex por algo de apoyo. No puedo imaginar lo que pensaba del patético, débil e infiel tonto del otro lado del teléfono, llorando porque acababa de hacer el primer acto de una principiante, casi inexistente fe.
No tenía idea de lo que iba a suceder. En ese momento, ya había firmado un contrato de alquiler con Hal para el próximo año. Estaba listo para ir al departamento y solo dejar que me golpeara repetidamente en la cara. Lo haría sentir mejor, y pensé que me lo merecía. Alex se ofreció a ir conmigo para hablar con Hal, y ser una especie de presencia tranquilizadora allí, y, ya sabes, ayudar a asegurarse de que no me golpearan repetidamente en la cara.
Alex me pasó a buscar por el campus. Pasé todo ese viaje con miedo por lo que me esperaba en el departamento. No solo por el peligro del daño físico, sino también por la relación rota. Pasé parte de ese viaje pidiéndole a Alex que le mintiera a Hal sobre su conocimiento de la situación. Así de culpable me sentí por todo.
Cuando llegamos a mi departamento, envié un mensaje de texto a Jane para preguntarle si todavía estaba dispuesta a hablarme sobre lo que estaba planeando hacer. Ella me informó que no tenía ningún interés en escuchar lo que tenía que decir y que estaba bastante molesta por el hecho de que yo sabía. Le respondí que estaba dispuesto a estar allí para ella si cambiaba de opinión. Esa fue la última interacción que tuve con ella.
Subimos a mi departamento. Resultó que, cuando llegamos allí, Hal no estaba en casa. Así que esperamos, mi estómago revuelto.
Hal finalmente llegó a casa. Se había ido y había jugado al básquetbol con algunos amigos y se las arregló para tranquilizarse a lo largo del día, así que comenzamos a hablar.
No puedo recordar todos los detalles, pero recuerdo haberle dicho que un bebé es un ser humano. Recuerdo haberle dicho que un asesinato iba a suceder.
Me acusó de ser meramente político, de aprovechar esta oportunidad para meter mis ideales conservadores dentro de su garganta.
Le dije que no, que Dios me había puesto en esta situación. Tenía que decir algo. Y quería que nuestra relación sobreviviera a esto.
Dijo que todavía estaba molesto conmigo por haber hecho esto sin hablar con él.
Le dije que entendía.
Cuando terminamos de hablar, se levantó y se fue a su habitación. Alex y yo salimos afuera. Ese fin de semana me iba a casa y no había nada que deseara más que estar a cientos de kilómetros de todo lo que había pasado a lo largo del día. Le dije eso a Alex, pero me aconsejó que no huyera de Dios, sino que empezara a ir a la iglesia y comenzara realmente a vivir de una manera piadosa.
No tuve respuesta. Mi fuerza se había ido. Cada gota de mi energía había sido absorbida por este día. Cuando Alex me aconsejó que estuviera en Planned Parenthood (Grupo FUSA) el siguiente jueves, cuando Jane fuera a asesinar a su bebé, ni siquiera quería pensar en ello. Y cuando llegó el jueves, no pude reunir la fuerza.
De todo lo que sucedió, ese es mi más profundo arrepentimiento. Ojalá hubiera estado allí. Ojalá hubiera sido más fuerte. Ojalá pudiera regresar y volver a hacerlo.
Pero era débil.
Aún así, creo que Dios usó mi debilidad para mostrar Su fortaleza. Mataron a ese bebé, pero alguien lo defendió, por muy débil que fuera, por muy malo que fuera, por muy pecaminoso que fuera.
Ni siquiera puedo decir que al final de ese día yo era cristiano. Lo que puedo decir es que este fue el comienzo de Dios removiendo mi corazón de piedra y dándome un corazón de carne. Era débil entonces, y en muchos sentidos ahora soy débil. Pero al menos ahora tengo la fuerza para proclamar con José: “Lo que el hombre pensó para mal, Dios lo ha usado para bien”